viernes, 20 de febrero de 2009

Recuerdos del mar

Cuando éramos chicos - y digo éramos porque pienso en mis hermanos y en mí - los veranos traían bajo el brazo la felicidad de Mar del Plata ... La playa inconmensurable de Punta Mogotes y Playa Grande que enloquecía a papá con su escollera y su mar azul … Mamá siempre sugiriendo nuevos horizontes y playas no visitadas ... y papá riéndose socarronamente y diciendo que Mar del Plata era el mejor lugar del mundo ... - Lo dice gente que conoce el mundo Silvia – aseveraba siempre papá con esa estadística dudosa del que elige con pasión por encima de todas las cosas.

Febrero era el mes elegido para veranear ... Unos días antes de partir la felicidad me desbordaba ... contaba días ... fantaseaba la mayor parte de las horas muertas el ansiado reencuentro con la playa y el mar ... La noche víspera papá cargaba la parte de atrás de la camioneta que usaba para trabajar y se quejaba de que llevásemos tantas cosas ... Años después tuvimos el auto y tenía de bueno que viajábamos más cómodos ... pero no se podían llevar tantas cosas como antes ... Y entonces la gran perdedora era la bicicleta que se debía quedar en Buenos Aires a esperar mi regreso.

La noche de víspera casi no se dormía ... a papá le gustaba salir de madrugada ... y todavía recuerdo el grito de papá diciendo ... arriba hijos que son las cinco y media ... desayunen rápido que nos vamos.
Ese día no costaba nada madrugar ... ni se lamentaba el sueño entrecortado y breve ... despertarse era vestirse a toda velocidad ... tomar un café con leche ... y dejar las tazas sin lavar en la pileta de la cocina ... La tozudez de mamá insistía en lavar hasta la última cucharita … con la excusa de las hormigas que aprovecharían la casa vacía para trepar y comer a sus anchas … En el aire se respiraba un día distinto y feliz … De alguna manera – gustaban de decir en casa - ya habían empezado las vacaciones.

Después el destello del día luminoso … y la ruta dos y papá criticando que fuese doble mano ... explicando las ventajas de una futura ruta más amplia ... El folclore familiar de todos los años ... la ruta demasiado angosta ... la otra ruta número once más amplia ... tipo autopista ... pero más larga y la promesa de que algún año iremos por allí para que los chicos vean el mar antes de que lleguemos ... Yo fantaseando con esa promesa interbalnearia y papá explicando la sabiduría de los camioneros ... – Estos tipos saben manejar Silvia – acostumbraba a afirmar con solidez filosófica – ellos te dan el paso sin problema ¿ves? ... son gente que conoce de rutas ... saben lo que es manejar ... Te saludan cuando los pasas … y andan de lo más tranquilos … No como esos pelotudos que manejan una vez al año y se creen los dueños de la ruta y entorpecen todo ... Ehhh Silvia ... vos me decís que no es nada ... qué no me ponga nervioso ... pero yo te digo que por un boludo como esos después ocurren los accidentes ... Mirá ... mirá este pelotudo lo que hace ... cambia de carril y no te avisa … Ahh ¿qué lindo ehh? ... Ahhh nooo … claaaro … vos todo lo justificas ... que no se dio cuenta ... que no le anda la lucecita ... que está de vacaciones y toda la cantinela … Yo no ¿viste? … ¿él quiere manejar así? … está bien ... pero que pague entonces ... que lo multen por pelotudo ... Yo vengo a casi cien kilómetros por hora con tres chicos ¿me entendés? ... y un boludo como ese te puede cagar la vida ... Nooo si yo no me enojo Silvia ... te comento para distraerme nada más ... ¿Vos no sabías que al conductor hay que entretenerlo? ... Claro Mona ... son tantas horas andando derecho que te podés dormir ... ¿sabés a cuantos camioneros les pasa eso? ... pero ojo que los tipos saben ehh ... y cuando ven que no pueden más de sueño se tiran a la banquina y descansan ... no le joden la vida a los demás ... Mirá ... miralo a este del Peugeot azul ... nos quiere pasar a todos … ¿Pero dónde querés que me ponga Tío? … Pero pasá … pasá tarado mental … Miralo vos … mirá la cara de boludo que tiene … se hace el apurado y no le importa que lleva dos pibes atrás … ¡qué vas a hacer! … hay gente que no le da la cabeza … ¡es increíble!

Afuera el campo y las vaquitas innumerables … los molinos … los girasoles … el cielo mezclándose en el horizonte con el silencio verde … Alguna vez podríamos parar en Chascomús – sugería suavemente mamá – para que los chicos conozcan la laguna y el pueblito … Papá asentía con la cabeza sin despegar la vista de la ruta … algunas veces pedía un trapo que había siempre en la guantera para secarse las manos sudorosas al volante … y en general no se detenía hasta llegar a Dolores … - ¿Sabés que pasa Mona? … Dolores es la mitad exacta del recorrido – afirmaba tajante – de ahí en más es como que el viaje se te pasa más rápido … Menos los últimos kilómetros … es claro … porque viste vos que cuando te faltan treinta o cuarenta kilómetros … es como que ya te desesperás por llegar … Y es por eso que – reflexionaba papá como si estuviese dando cátedra – la mayoría de los accidentes ocurren ahí … cuando sabés que estás por llegar … ahí te apurás … y donde te descuidaste chocaste … es sabido.

Los últimos kilómetros … Camet … y Mar del Plata que esperaba con los brazos abiertos … - Llegaaamos - gritaba papá … y a Pablo ... Andrea y a mí no nos alcanzaban los ojos ni las palabras para elogiar y contemplar la belleza de ese mar azul intenso que estallaba de repente … Mamá insistía en ordenar un poco las cosas de recién llegados … y papá taladraba los oídos vociferando vamos a la playa que hoy es un día peronista … - Escuchen hijos … acá no se puede perder un minuto … si está el sol hay que ir a la playa urgente y sin dudarlo … después volvemos y nos ocupamos de todo lo demás … ¿Por qué saben hijos? ustedes piensen que venimos solo quince días al año a Mar del Plata … y hoy está el sol pero mañana quién sabe que puede pasar con el tiempo … - No seas tremendista Pachi – le bromeaba mamá … y papá - convencido hasta decir basta - le replicaba: - ¿Tremendista? … ¿Mirá si a partir de mañana te llueve una semana seguida? … después vas a decir ¡qué boludos que no fuimos a la playa ayer! … Nooo no se puede perder un minuto de sol … hoy por ser el primer día podemos a ir a Playa Grande … ¡qué lugar Dios mío! … ¡Dale Mona … dale … dejá todo así nomás che y vamos a meternos en el mar! ¿vos no lo extrañas? …

Papá clavaba la sombrilla en la arena como quién busca petróleo … - Por el viento ¿viste Mona? … si se te vuela ¿sabés donde la vas a buscar no? … Además podés lastimar a alguno … No … si esto no es joda … vos te reís pero después viene cualquier boludo que quiere tener primera fila frente al mar … clava la sombrilla así nomás y cuando se le vuela y le revienta la cabeza a alguno viene y te dice: ay ¡qué mala suerte! fue el viento disculpame … y así ocurren los accidentes ¿viste? -
En la playa papá era como un hermano más … y todavía en aquellos años podía darse el placer de negarse a perder el tiempo con el protector solar … Recién instalados los cinco bajo la sombrilla insistía con que todos nos metamos al mar … Ante la tímida negativa de mamá … aparecía su faceta más divertida y caminaba hasta la orilla y traía un poquito de agua entre sus manos riéndose … Después nos salpicaba a todos.

Pero dale che … vení Mona … vení conmigo hasta la orilla … nooo yo no te empujo … lo hago solo para animarte … ¿ahora no me vas a decir que al agua está fría? … ¿Fría? … si esto parece el Caribe … solo falta Fidel … Pero qué me venís … que me venís con el Caribe vos … si los tipos de allá supiesen lo que es Mar del Plata y como se come en Argentina … el año que viene tenés a todos los cubanos sentaditos acá … ¡qué comunismo ni comunismo! – auguraba papá entre risas - El Caribe ... ahh qué lindo eh ... la playa solitaria ... tanto que para conversar con alguno tenés que caminar setenta kilómetros ... ¿el agua? ¡hermosa! a ciento cincuenta grados ... tenés más calor adentro que afuera ... ¡qué lindo ehh! ... ¿el mar? cristalino y más tranquilo que un estanque ... Ahhh ¡qué maravilla! ... ni una mísera ola para divertirse un rato ... ¿El tiempo en el Caribe? ... uhhh ¡divino! ... todos días de cuatrocientos ochenta y cinco grados a la sombra ... pero ojo che ... quedás bien bronceado ... ¡divino! ... el día menos pensado estás tirado bajo una palmera y viene un huracán y te lleva todo a la mierda ... Y sin embargo muchos van a seguir repitiendo como loros ¡es divino! ... Nooo si a todos ustedes le contaron un cuentito ... por eso lo repiten como loros ... ¿qué te van a decir los cubanos? ... ¿que viven en un lugar tan pero tan lindo que el gobierno por las dudas no los deja salir? ... Noo ... a mí dejame en Mar del Plata.

Papá caminaba placidamente por la arena … contemplaba el mar … miraba las nubes en el cielo y - como niño que descubre algo novedoso - mostraba a mis hermanos la avioneta que llevaba y traía los carteles con propagandas ... Después nos metíamos en el agua todos juntos ... A papá – que nunca supo nadar – no le agradaba demasiado hundir la cabeza abajo del agua ... Y por eso enfrentaba a las olas dándoles terribles e inolvidables panzazos ... Algunas veces le era inevitable hundirse ... y salía escupiendo agua ... refregándose los ojos y la nariz con las dos manos ... Cuando advertía que nosotros y mamá nos reíamos de él ... nos miraba sin decir nada ... pero una sonrisa pícara se dibujaba en sus labios ... Al rato elogiaba hasta la sal del mar marplatense que según él limpiaba todo el organismo ... rejuvenecía ... curaba y desinfectaba cualquier herida ... incluso hasta aquellas que se habían hecho crónicas a lo largo del año.

No sé si ya dije que papá era un hermano más en la playa ... que en medio de una cruenta batalla por vencer a las olas podía gritar ... – Che Ruben salí y andá preparando las paletas ehh … preparate vos también … hoy te mato … estoy invencible … esperá que en un ratito salgo del agua y jugamos … ¿O ya abandonaste por la paliza que te di el año pasado? ¿Vas a querer la revancha? …Yo corría hasta la orilla tratando de ganar la carrera a las olas ... y caminaba tiritando hasta la sombrilla para buscar las paletas y comenzar a marcar la cancha en la arena ... Al rato llegaba él y mirándome sonriente y con aprobación decía: ¡Qué divina está la playa che! ... ¡qué lugar extraordinario es este hijo! … ¡cuanta gente vino este año a Mar del Plata! … ¡Después viene cualquier boludo y te quiere convencer de que hay lugares más lindos! …

Pasaron los años ... y yo tuve la suerte de conocer playas mucho más extraordinarias y bellas que las de Mar del Plata ... Cada vez que viajo y conozco alguna playa paradisíaca no puedo evitar acordarme de papá y de aquellos años ... Y una tarde cualquiera ... recostado bajo la quietud de alguna palmera ... frente a un mar cristalino y tibio ... supe que papá – sin saberlo – demostró una y otra vez que el agua salada quizás también podía impedir el contagio de sus opiniones más dudosas y arbitrarias … Pero sin dudas no pudo impedir el contagio de su vital y estruendosa alegría ... Esa que todavía me asalta y lo evoca ... al sentir la cercanía del mar.

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