sábado, 26 de diciembre de 2009

Tres tristes tigres

Sigan haciéndose los chistosos que un día voy a salir en bolas – nos gritó ella asomándose desde el baño … No era la primera vez que buscaba intimarnos con eso ... Sin embargo Gonzalo reaccionó sorprendido ante mi carcajada ... y después la miró de arriba abajo y rió.
Ella salió balanceando sus dones y fue a peinarse frente a un espejo que colgaba en la sala ... El pelo recién lavado se desparramaba por su espalda y humedecía la remera floreada.
Rato más tarde la cena - una simple y semanal reunión entre amigos - no dejó nada especial de mencionar ... No recuerdo que se haya dicho alguna frase ganzúa o en doble sentido fuera de las que usábamos habitualmente para fastidiarnos ... La sobremesa se redujo a esta conversación que salió a colación de una película que estaba por comenzar en la Tv.

- Este canal The Filme Zone siempre pasa películas calientes los jueves.
- La verdad es que prefiero un canal de música ... ¿Qué querés que te diga?
- ¿No te gusta el porno?
- Noo ... vos no me entendés ... el porno me gusta ... Pero eso que dan acá no es porno ... Son minas con tremendos culos y tetas que hacen como que cojen con esos musculosos.
- Al menos tienen algún argumento ... fijate que detrás del garche hay una historia.
- Si claro ... la dirige Scorsese ... Pero dejame de joder ... ¿Argumento esa mierda?
- Es que son películas para pasar el rato y nada más ... Dejala que está buena ... yo ya la vi.

La pequeña cama hacía también de sofá ... Los tres mirábamos la Tv. en un silencio que solo se interrumpió cuando ella ofreció café ... y contorneándose como una gata bellísima rumbeó hacia la pequeña cocina.
Gonzalo se detuvo en la minifalda y ensayó alguna guarangada ingeniosa ... Yo preferí hacerme el desentendido con la excusa de la película ... Él insistió varias veces ... pero entonces regresó ella con el café ... sosteniendo una fuente con los pocillos y una pequeña azucarera cromada.
Podrá parecer absurdo ... pero ese gesto volvió al orden de las cosas ... a la ternura de la amiga que invita a su casa y ofrece lo poco que tiene sin estorbar demasiado la digestión.
Quizás por eso ... pude monologar distendido … alabando hasta el aroma del café que se mezclaba con el perfume de su cuerpo recién lavado ... Una mezcla rara – debo reconocer - a la que sin embargo no tuve vergüenza en calificar de exquisita.
Esta idiotez sumada a los chistes … a las risas … hicieron inobjetable y natural que ella se sentase entre medio de nosotros ... Ya no quedó lugar a dudas ... con alegría volvíamos a ser tres amigos que se visitaban todas las semanas para cenar y charlar ... sin otro misterio que el de divertirse y quererse.

- Lástima que no tengas más almohadones – se lamentó Gonzalo.
- Si la cama fuese más grande yo no tendría problemas que nos tiremos los tres en la almohada – contestó ella justificándose.
- Tiremos una moneda y el que pierde mira la Tv. desde el piso – propuse entre risas.
- ¡Noo loco! ... En todo caso tiren la moneda entre ustedes dos ... la cama es mía – dijo ella riéndose.

Luego comenzaron los mimos ... el jugueteo risueño de los dedos ... - El ansiado relax después de un día agitado – dije para justificar y permitirme dar y recibir mimos y pellizcones.
Para ella siempre eran más fáciles las caricias entre amigos ... el permiso para el acercamiento físico ... Una noche lo discutimos largo y – entre bromas y vino tinto – ella reconoció que era así … Incluso aseguró – como desquitándose - que muchos hombres confundían su confianza con otra cosa.
Recuerdo que esa noche se hizo madrugada - y ya en la puerta de calle - nos tomó de las manos y besándonos la mejilla dijo a modo de despedida: - Me encantó esta noche de confidencias- ... y subrayó la palabra como si nos otorgase cierta complicidad.
Llegado el caso – y para seguir siendo cómplices – ahora hubiese que haber confesado que a nosotros la película no nos estaba ayudando demasiado.
A decir verdad Gonzalo trasmutaba en muchas cosas ... Ahora – por ejemplo - era una fiera asustada que se hundía agazapada sobre el colchón … Ella le rascaba apenas los vellos del pecho … Con la otra mano acariciaba suavemente mi brazo … Yo miraba la Tv. y masajeaba sus muslos haciendo círculos con la yema de mis dedos.
Solo se escuchaban las voces y los gemidos que salían del televisor.
Gonzalo tenía un cohete en el pantalón … Iba a fastidiarlo con alguna broma … Miré otra vez … Me quedé en silencio … Pensé que era casi imposible que ella no se hubiese percatado de ese detalle y declarado – dueña de casa al fin - el final del juego.
Sin embargo las caricias continuaron … Respiré profundo y me dejé llevar.
Mis dedos subieron por sus muslos … Ella se acomodó mejor y dándome la espalda ofreció su cola redonda ... Al otro lado sus tetas se desparramaron en el antebrazo de Gonzalo.
Con manos hábiles desabrochó la camisa y jugueteó en el ombligo … Él apretó los párpados y hubo apenas un roce … y otra vez los dedos trepando desde el ombligo hasta llegar a los vellos del pecho.

Una propaganda me sirvió de excusa para levantarme y esconderme detrás de un cigarrillo … Simulé mirar la calle desde la ventana … No había nadie a esa hora … y los faroles despedían una luz blanquísima que parecía neblina.
Ella se levantó también y llevó la fuente y los pocillos vacíos a la cocina … Gonzalo quedó perdido ... Había trasmutado en pez ... y boqueaba en la cama moviendo sus branquias como buscando el agua.
Lo miré boquear … Me detuve en el pantalón … Después en su rostro bonachón y excitado … Y hubiese deseado patearlo … insultarlo … morderlo con mis dientes hasta arrancárselo de cuajo … Por todo eso busqué herirlo con palabras:

- Vos sí que sos capaz de aguantarte cualquier cosa – le dije con ironía.
- Estoy que no doy más – respondió.
- Se nota … Lo que no puedo creer es cómo seguís aguantándote.

Gonzalo era un pez que movía la boca … iba a decirme algo más pero volvió ella y ofreció licor de chocolate … Se sentó a su lado y comenzó a servir … Yo tiré el cigarrillo por la ventana … busqué una silla y me senté … Bebí de a pequeños sorbos el licor … Después me quité las zapatillas y las medias … Apoyé los pies sobre la cama.

Mis pies descalzos me daban una sensación de frescura … mis dedos se movían en libertad ... Duró poco ... Ella se acercó otra vez a Gonzalo y comenzó a acariciarlo … Lo tocaba por encima de la camisa.

Desesperé … Pensé en inventar un pretexto cualquiera para despedirme … para escaparme a la calle … a la confusión de la noche y los faroles … - Qué este pelotudo se arregle solo – me dije con impotencia.
¿Te sentís bien? – preguntó ella … Contesté que sí ... No me creyó ... Buscó mirarme inclinando su rostro y – reclinándose en la cama - apoyó las tetas en el pecho de Gonzalo.
Lo hizo con naturalidad … quizás continuó diciendo algo más … no recuerdo … estaba bellísima.
Yo alcé la vista y busqué perderme en los comerciales de la Tv … Arriba la película … abajo el cosquilleo de sus cabellos rozando mi pie.
Nos quedamos en silencio.
De pronto la punta de sus cabellos rozaron mis tobillos ... Mi dedo se hundió en la humedad tibia de su boca ... Sentí el calor de la lengua ... Ella me miró … jugueteo con el dedo en sus labios … Lentamente fue recorriendo los otros.
Mientras la miraba ... me pareció que se frotaba sobre la pierna de él … Miré otra vez ... Con sorpresa advertí el suave balanceo de las tetas.
Gonzalo parecía ahogado … Respirando con dificultad se atrevió a tocarla acariciándole la espalda y la entrepierna.
Se atrevió a más … de repente era un pez que se lanzaba desesperado al agua ... Comenzó a desabrocharse la hebilla del cinturón y amagó bajarse el cierre del pantalón … Ella se asustó … se levantó de la cama y se abalanzó sobre mí.
En ese abrazo sentí que todo volvía a ser como siempre ... Experimenté esa euforia que brota cuando concluye el temor ... Miré a Gonzalo:

- ¿Qué haces pelotudo? ¿Estás loco? – le grité a la cara.

Gonzalo me miró confundido … Una nube caliente y temerosa pasó veloz por sus ojos … Se encogió de hombros.

- Así no – protestó ella sin dejar de abrazarme.

Así no - repetí yo y le besé la frente … le acaricie los hombros … Iba a dejarme caer otra vez en la silla ... Ella me tomó de la mano y volvimos a sentarnos en la cama.
No sé que pasó después ... Pero sí recuerdo que cuando sus uñas rascaron nuevamente el torso de Gonzalo sentí un abismo.
Su mano tibia se posó en mi vientre … Acaricié su entrepierna … toqué su cola que estaba fría y dura.
Gonzalo parecía convaleciente … Las caricias se perdían bajo su camisa mientras él apretaba los párpados ... - Es ahora – pensé ... y fui subiendo por la entrepierna … Deslicé la mano ... Estaba mojada ... Hundí un dedo.
Ella rápidamente buscó los labios de Gonzalo y los comenzó a besar … Con su mano frotaba por encima del pantalón masajeándolo.
-Dejame a mí – pidió ... Entonces fue ella la que le ayudó a desabrochar el cinturón … la que escarbó entre las marañas del calzoncillo para liberarlo … Para bajar el prepucio sin más preámbulos y descubrir un glande morado y duro.
Lo masturbó mientras le besaba los labios … Yo le manoseaba la cola … hurgué con el dedo buscando las comisuras del ano … Ella dio un respingo … acertó un último lengüetazo a la boca de Gonzalo y comenzó a babearle las tetillas.
Le tiré del pelo y le pedí excitado: -¡Chupaselá! -.
Ella primero subió la piel con su mano como si buscase tapar el glande ... después bajó el prepucio descubriéndolo … Lo sujetó por la base … Y acercándose hundió los labios hasta desaparecer el glande … para luego volverlo a aparecer y regalarle pequeños lengüetazos bañados en saliva.

La fantasía siempre tiene sus excesos … La realidad fue menos rica … No supe como seguir … Y por eso me aferré a sus caderas y ella misma se puso en cuatro mientras comía con ganas y me miraba como mostrándome.
-En el cajón de la mesita hay preservativos – alcanzó a decir cuando me bajé el pantalón …Gonzalo me miró expectante ... Me arrodillé en la cama y la penetré ... Ella sacudía los cabellos allí adelante ... Y yo apreté fuerte su cintura mientras imaginaba como sus labios subían y bajaban la piel morada de un cohete tratando de despegar.

Lo que sigue son como resabios de un sueño … No recuerdo la pausa – si la hubo – en cambio sí recuerdo a Gonzalo buscando en la caja de preservativos … Ella dijo: - Digan ustedes como quieren seguir - … y Gonzalo sonrió y comenzó a lamerla por atrás.
No la oí gemir … ni siquiera cuando él se arrodilló y se deslizó hacia adentro - primero despacio y después con fuerza - y levantó los ojos buscando el fondo.
Yo me recosté contra el respaldar de la cama y ella comenzó a comerme … Gonzalo la embestía desde atrás … La traía y la llevaba hacia él con sus manazas … Iba a acabarle … Ella sacudió la cabeza y me soltó … Apoyó los codos y bajó el mentón hasta rozar la cama … Cerró los ojos y frunció los labios como quejándose.
-Dejame montarlo que quiero acabar – pidió por fin … Yo me levanté … fui a la ventana y encendí otro cigarrillo … Me perdí en la calle … Los departamentos contiguos dormían oscuros y cerrados ... La noche hizo sonar su diapasón.
A mis espaladas oí gemidos y un ruido de muebles que parecían crujir… Reconocí al niño que escuchaba a sus padres … Me di vuelta y los miré cojer.
Ella galopaba buscando el polvo …Él la miraba embelesado … Ella se inclinó y lengüeteo su boca … Después quiso alejarse para seguir bien arriba … Pero Gonzalo - que parecía un niño enamorado - le sujetó las tetas y comenzó a mamarle los pezones … Primero un pecho y después el otro … Parecía contento.

- Vení vos también – pidió de repente ella ... Me estremecí …Y en este punto el recuerdo se me hace confuso ... Yo tratando de entrar ... Sus manos empujándome hacia atrás para impedirlo ... La nariz fruncida y los labios murmurando: -Ay Dios como duelen dos pijas - ... Gonzalo gritándome enojado que así no ... Negando con la cabeza desde allí abajo.
Retrocedí ... Acerqué la silla ... Me senté a mirarlos.

Ella se montó sobre él y lo tomó del cuello ... Se besaron largo y húmedo ... Él recorrió suavemente sus brazos ... le tomó las manos ... Nuevamente se fundió en sus labios.
Después comenzaron a explorarse ... Ella estiró su mano hacia atrás ... lo acomodó con sus dedos y se hundió en él ... Se abrazó con fuerza ... Cerró los ojos y comenzó a balancearse.
- Dámela así así así – pidió jadeando ... Y su cuerpo encendido se estremeció.

Él se levantó ... Ella se estiró en la cama ... Era una gata satisfecha … Recuerdo el brillo destellante de sus ojos … Nos miró y dijo: - ¿Alguien quiere más? -

– Yo sí – le respondí.

Volví a la cama ... y mientras le lamía el cuello y me frotaba sobre ella incendiado ... susurró a mi oído: - Quiero sentirte por atrás -.

Recuerdo que más tarde los tres fumamos y conversamos desnudos ... Volvieron las risas y las luces ... Ella encendió un sahumerio ... El humo hacía pequeños círculos hasta evaporarse en su fragancia ... Percibí el aroma familiar de tantas noches y me sentí estafado.
Nada volvería a ser como antes.
Gonzalo ya no era Gonzalo sino su imagen desnuda y el horror de su rostro jadeante.
Y aunque reíamos distendidos en la cama … sospecho que hubiésemos preferido despedirnos hasta quién sabe cuando.

El sol molestaba en la ventana cuando nos fuimos.

En la calle Gonzalo me palmeó la espalda y me dijo eufórico: - Esto habría que hacerlo más seguido che – y se río con ganas como festejando la ocurrencia.
Iba a contestarle que era un idiota ... Pero me reí ... le di un beso y me despedí.
Nunca más hablamos del tema.

Con ella fue distinto ... Años más tarde me confesó: - ¿Sabes? Yo siempre pensé que después del trío que hicimos aquella vez ... vos jamás ibas a querer ser mi novio - ... Me encogí de hombros … Iba a responder alguna idiotez pero la abracé.
Preferí besarla en silencio ... Fue un lindo beso.

No encontré – siquiera – una puta respuesta.

jueves, 3 de diciembre de 2009

Rarito

I

Nunca deja de sorprenderme … como lo que es distinto … lo que escapa de esos curiosos y prejuiciosos dictámenes que a lo largo de los años nos han inculcado como “lo normal” o “lo socialmente correcto y esperable” … produce fascinación y fantasía en las mentes de las personas más diversas …
Muy pocos se atreven a confesar … o mejor … a confesarse … que detrás de la burla o el rechazo frontal a aquel que es distinto … lo que realmente se rechaza es una miseria propia e inaceptable.

Nos reímos a carcajadas de los que son o tratan de ser distintos … o simplemente les proclamamos un exagerado y falso respeto … porque así creemos ponernos a salvo … A salvo de las fantasías y miserias más ocultas e inconfesables que habitan dentro de nosotros mismos … y que se personifican una y otra vez en aquellos que sin vergüenza se proclaman “distintos”.


II

Resulta que viajé a Ushuaia y tuve que dar siete cursos en dos días ... Cuando llegó el último curso estaba harto de escucharme ... harto del curso ... de los alumnos ... quería terminar de una vez mi trabajo.
En medio de mi última clase una mujer rosarina que se afincó en Ushuaia hace unos años ... mofándose una y otra vez desde el último banco del aula no perdía oportunidad para hacer chistes ... Yo suelo dejar que hagan chistes en clase ... siempre que no se vuelva un vicio constante ... sencillamente porque distrae a todos los demás.
Le festejé el primero ... el segundo ... el tercero ... después le pedí que por favor hiciera silencio ... A lo que esta mujer - de ojillos vivaces y mirada sobradora - me dijo ante las repentinas carcajadas de todo el curso ... ¿Le han dicho que usted es medio rarito? ... Con rostro cansado y entre risas pregunté por qué.
Bueno - confesó muy seria - un poco por ese arito que usted lleva en su oreja ... humm no sé ... Yo sé que en Buenos Aires quizás es algo común ... pero aquí es más bien de "raritos" ... Además – continuó - su manera de explicar ... sus gestos ... sus modales … me hacen pensar que usted es medio rarito.
En ese punto las risas eran más bien risotadas insoportables de animales en celo ... Temí más que nada perder el control de la clase ... Temí que el curso se me fuese de las manos y no llegar a finalizar mi clase según el horario pautado ... Sentí el cansancio de dos maratónicos días de exposición caer como un pesado diapasón concluyente.
Con la mirada perdida en el techo del aula … me hice el que reflexionaba y les dije de un tirón y levantando un poco la voz ... que me parecía mentira que en el siglo XXI se siguiesen remarcando ridículamente las elecciones sexuales de los demás.
Ahora las risas amainaban y se convertían quién sabe en qué cosa ... Treinta personas me miraban entre curiosas y divertidas como esperando algo más ... quizás alguna frase picante que de pie nuevamente a la risa ... o un chiste que reavivase el tema.
En silencio comencé a mirar a cada uno … me puse muy serio ... y al parecer esto les hizo impresión ... porque ahora yo veía caras de duda ... de tímidas disculpas por tantas risotadas ... Entonces les dije a todos pero mirando solo a la rosarina: - Yo no soy rarito ... no les voy a permitir que me llamen rarito ... porque yo no soy ningún rarito ... me siento igual a los demás ... a todos ustedes … ¿Está claro? ... ¡Yo soy gay! -.
Toda la clase se hundió bajo un silencio sepulcral ... La rosarina pasó de la sonrisa a unos ojos congelados e inquisidores ... Dos gorditas que estaban sentadas en el primer banco y habían reído como hienas histéricas ... bajaron sus ojos hasta las baldosas grises del aula ... Ahora nadie se reía ... nadie hablaba ... nadie gesticulaba ... Advertí la mirada asustada de mi compañera de trabajo que parecía implorar: ¡Oh no Ruben ... faltan solo dos horas para finalizar el trabajo ... no pelees con la gente por favor!!!
Inmediatamente decidí seguir con la clase que había mutado y estaba mansita como una cabra ... Y ni bien comencé nuevamente a hablar ... un muchacho confesó tener un primo gay que era muy buena gente ... Una señora con cara de vaca aseguró que en Ushuaia había muchos homosexuales que eran muy trabajadores y honestos ... La rosarina no decía nada pero me miraba desde el fondo con la sonrisa dibujada en los labios como si le costase creer ... La miré un segundo profundamente a los ojos y le sonreí ... Al rato nomás me permití hacerle algunos chistes ... todos rieron distendidos … incluso ella.
Llegó el final ... nos aplaudieron a ambos docentes ... Yo abracé a mi compañera con la satisfacción de haber terminado todas las capacitaciones.
Miriam - ese es el nombre de mi compañera - me dijo al oído divertida:

- Boludo ... ahora todos se van pensando que sos puto -
- ¿Y qué tiene Miri? - le respondí sonriente.
- Ay no seas boludo Ruben ¿Por qué dijiste que soy gay? -
- Porque se me descontrolaba la clase Miri ... ¡Vos lo viste che! -.
- Tendrías que ser actor -
- Prefiero ser puto -
- Ya lo creo ... pero no te preocupes ... no lo divulgaré -
- Más te vale -


Ruben