sábado, 7 de febrero de 2009

Parque Centenario

A Roxana



Eran las ocho de la noche en Parque Centenario ... No sé por qué o quizás la razón es demasiado evidente y conviene hacerse el misterioso ... pero cada vez que escucho ... leo o camino por la calle Río de Janeiro me acuerdo de tu casa ... Tu casa ... esa que quedaba cerca de Medrano y Rivadavia ... ese ambiente chiquitito e iluminado que al entrar invitaba a quedarse a saborear tus encantos y el exquisito olor que exhalaba ese aparatito que enchufabas cerca de la puerta de entrada y que servía para aromatizar el ambiente ...
Hoy me acordé justamente cuando iba en busca de un colectivo que me llevé a la mía ... quizás el invierno volvió mucho más nítida la imagen calurosa del sillón y la mesa plegable que se abría de par en par cuando era la hora de la cena ... ¿viste que el invierno cobija y vuelve más agradable aquellos recuerdos que rebozan calor humano? ... nunca me pregunté el por qué pero es una sensación ... casi una certeza que me acompaña desde mi infancia.
Mi abuelo Cacho murió un 10 de Junio ... la fecha exacta la supe mucho después ... pero el frío lo sentí mucho antes ... pucha que sentí frío aquella noche ... tanto que a la madrugada tuve una repentina e inevitable fiebre ... que solo se calmó entremedio de la abuela Pepi y el abuelo Tato ... que no menos impactados por la noticia (aunque sí más lejanos en el sentimiento) me cobijaron en su propia cama aquella noche de invierno ...
Pero eso no importa ahora ... yo quiero hablar de tu casa y de vos ... las lejanas y cambiantes temperaturas en las que se templó mi alma las dejamos para otro día ...
Eran las ocho de la noche en Parque Centenario ... y tu casa estaba tan cerca que hubiese sido un pecado no dejarse llegar hasta allí ... como quien va en busca de un plato de sopa caliente ...
Y estoy seguro que varios niños habrán cedido a la tentación antes que yo ... y no los juzgo porque la inocencia tiene esas ventajas ...
Lo cierto es que llegué ... y la suerte pareció estar de mi lado cuando abriste la puerta y me recibiste con una sorpresa vaciada de preámbulos que invitaba a subir ... Varios pisos más arriba me dio la bienvenida el sillón con sus almohadones ... y mi cuerpo agradecido hundió bruscamente los elásticos buscando relajarse ... a esta altura la pequeña alfombra blanquecina se solidarizaba con mis pies ya descalzos ... y vos como una gata que se contornea dejando en el aire un hálito de manzana prohibida ... te dirigiste a la pequeña cocina buscando quién sabe qué excusa ...

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